Cualquier vino ecológico que cumpla los requisitos necesarios podrá recibir la denominación genérica “Agricultura Ecológica”. Estos son llevar a cabo unas prácticas agrícolas agrícolas basadas en la Normativa Europea 2092/91. Los consejos reguladores autonómicos poseen un severo reglamento que marca lo permitido y lo prohibido en agricultura ecológica. Los vinos ecológicos son controlados por los pertinentes consejos reguladores.
Los únicos fertilizantes permitidos son los abonos orgánicos naturales y se debe procurar que sean de origen vegetal y que procedan de residuos del propio cultivo, como los sarmientos triturados o los orujos del propio vino. También está permitido el estiércol animal y los productos de compostage.
Totalmente prohibidos están los abonos químicos, fundamentalmente los nitrogenados. No está permitido quemar restos de los cultivos para no afectar la flora microbiana del suelo y no se pueden eliminar las malas hierbas con herbicidas; estas deberán tratarse mediante labores mecánicas (azada).
Es esencial que las tierras que soportan vides ecológicas mantengan su integridad y el ecosistema propio, evitando así la llegada de elemento foráneos que puedan provocar enfermedades.
En caso de llegar enfermedades a un viñedo ecológico, sólo se permite la adición de azufre o de caldo bordelés (sulfato de cobre). Los insectos se pueden combatir con cepas resistentes o con el uso de feromonas (estas son cepos de atracción sexual que evitan la reproducción), pero nunca con insecticidas.
El proceso de elaboración del vino ecológico exige que las levaduras que lo fermenten sean autóctonas o naturales. No debe sufrir a través de válvulas o bombas y la clarificación debe ser mediante productos naturales, como la clara de huevo o la gelatina. Sí se permite la adición de anhídrido sulfuroso como conservante y de ácido tartárico como corrector de acidez. Todo agricultor y vinicultor que respete estas normas y lo demuestre, podrá recibir el sello de Agricultura Ecológica y tendrá ante sí un vino ecológico.